sábado, 25 de agosto de 2012

LA MUJER QUE ERA


















El desierto clama invierno tras la mirilla,
tu sombra planea tanto vértigo, que
esta carretera

ya no soporta más peso.

Y el rastro,
deja un vendaval de crujidos de alambre.
Aquella noche ya no fuimos.

Quedó la vacía insignia del atropello. De tanto dolor,

se borraron la huellas.

 

© do poema, Luci Romero 
© da imaxe, Daniela Tieni

 

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